viernes, 2 de noviembre de 2012

Midgard (Los Grises)






Caminar en la absoluta soledad era abrumador, le quedaban las grabaciones y aquellos videos o archivos digitales que de vez en cuando sacaba de alguna casa, empresa o estación de televisión. Miraba o escuchaba los archivos para no perder la costumbre de la raza humana, de sus creadores. El aspecto no sería difícil, él había sido creado a su imagen y semejanza y solo bastaba un espejo, vidrio, charco, lago u océano para recordarlo. Pero necesitaba verlos y escucharlos, lo necesitaba para no sentirse del todo solo, más allá que cada año se juntaban los ocho en Flen esperando la noticia del renacimiento. Esperando que la runa con la imagen de Yemir se elevara por encima de la superficie y diera la señal. Más allá de todo eso, se sentían solos.
Según los cálculos exactos, se habían reunido en el noveno municipio quinientas setenta y cinco veces, no habían hablado entre ellos y casi no se habían mirado. Después de todo, eran robots y ninguno quería hablar con robots, sino, con humanos. Deseaban el día que recibieran la orden de la repoblación del planeta, un lugar todavía lúgubre, con aguas turbias, el cielo encapotado, las nubes cargadas de restos del virus, aunque con el aire cada minuto más puro y los animales cada segundo más vivos.


          No tenía restricciones en cuanto a los lugares a los cuales podía ir, no era necesario quedar solo en el sur, podía usar cualquier vehículo, de todas maneras sobraba el combustible para desplazarse, solo eran ocho quienes los usaban y sabían como conseguirlo.
A ninguno le habían dado nombres, empleaban sistemáticamente los que salían de la cabina plateada que estaba marcada para ello, retirar esa documentación del Banco era el primer paso de cada una de las misiones. Por lo tanto, podría decirse que tenían muchos nombres y ninguno que los identificase.
Pero tenían la marca.
Estaba ubicada en uno de los lugares que menos mirarían, dificultar un poco al menos la verdad de su procedencia. Era una marca como lo que le hacen al ganado, pero pasaba más desapercibida. La ubicación no era de las mejores, pero a él simplemente no le molestaba, le daba igual que esté en medio de las nalgas. Debía correr con las manos el testículo izquierdo para verlo, colocada al costado de la pierna. Era como una cicatriz que decía, si se lo miraba con mucho cuidado, “hecho en sarmiento, chubut (arg)” y suponía al fondo, una espada recibiendo un rayo.
Sus “nombres” siempre habían rondado con S, la S de SUR y de SARMIENTO, una ciudad al centro y sur de la Argentina, un país que todos sabían quedaba al sur. Más detalles no eran necesarios. Sebastián San Esteban, Simón Sitcoff, Santiago Solano y así los nombres que rondaban al punto cardinal. Imaginar los demás no era tarea muy difícil.
Ciudad, punto cardinal, iniciales.
En su soledad y mientras seguía a la espera, solo le quedaba hacer una cosa. Caminar.
Las caminatas nocturnas eran las más peligrosas, la electricidad no existía si no era manipulada por él mismo, en ciertos lugares podía conectarse a alguna casa y hacerla funcionar, aunque muchas veces había comenzado algún que otro incendio a causa de los cortocircuitos.
Pero el verdadero peligro de la noche no eran los incendios provocados por cables o fusibles añejos, sino, los depredadores.
Ya sabía, nada podría matarlo; podría pasar años bajo el agua salada del océano que nada le sucedería. Pero, había ciertos lugares que un ataque certero podría averiarlo y complicarle un poco las cosas. Solo un poco a decir verdad.
En esos quinientos y pico de años había sido testigo de varios cambios, no solo del clima y las ciudades, de los cielos y las montañas; sino, de las especies mismas.
Las noches eran espesas engullendo los pasos que esparcía sobre la autopista que serpenteaba por las montañas en las costas brasileras, lo que temía, sí podría decirse temor, sucedió.
Andaba mientras en su cabeza sonaba una canción japonesa, no sabía porqué, pero la música oriental siempre le había gustado más que otras. Los pasos resonaban en medio de los ecos de la noche, en su mano derecha colgaba una linterna oxidada que desprendía un haz de luz que se bamboleaba a su paso iluminando los automóviles consumidos por el paso del tiempo, muchos de ellos solo con el chasis al viento, como las vértebras de un gran pez a orillas del mar. Notó un movimiento en uno de los cientos de vehículos desperdigados en el camino, no dejaba de ser uno de los tantos que cada vez aparecían con mayor continuidad. Vio entre la oscuridad unos ojos verdes intensos acompañados por un gruñido leve, también oyó como algo raspaba las chapas oxidadas.
Se paró en seco, era la primera vez que olía ese aroma fuerte que se abría paso a pesar de la fuerte brisa salada. Los sonidos en la noche se intensificaban, los ojos seguían firmes al tiempo que otros puntos verdes se abrían a los lados.
Algo cedió ante un gran peso crujiendo como una rama seca, sentía el pasto áspero resquebrajarse con los pasos que se venían agazapados hacia él. Cambió de mano la linterna y alargó el brazo libre a sus espaldas para tomar el cuchillo de casi 30 cm que llevaba a la altura de la cintura.
De repente la noche se vio rasgada por la velocidad de la cosa que se abalanzó hacia él gruñendo, la linterna lo iluminó un instante antes de soltarla para prepararse a la embestida. El bicho era como un perro grande, pero no tenía pelos. Tenía las orejas apenas unas protuberancias a los lados de los ojos verdes penetrantes y la piel un tanto verdosa por lo que pudo ver en ese segundo, tenía tres uñas largas como garras blancas hacia delante y una hacia atrás. Pero lo peor eran las fauces, se abrían por el cráneo de la bestia como la sonrisa del guasón, alargándose hacia arriba saliendo de esa boca con los dientes blancos y filosos.
Ante el inminente choque de la bestia rodó a un lado, primero pegando el hombro izquierdo con el suelo y rodando con los omóplatos para elevarse con el otro hombro y quedar rodilla al suelo blandiendo el cuchillo. Sintió las fauces cerrase a centímetros de su nuca, giró extendiendo el brazo y su filo cortó de lleno el cuello del animal. Sordo golpe al caer la cabeza sobre la ruta repleta del yuyos de los tiempos, no muy lejos llegaron aullidos desgarradores y endemoniados. Había muchísimos más, ese solo había sido el primero, la prueba de a que se enfrentaban.
Los ojos se multiplicaron a su alrededor, las respiraciones bamboleantes se arremolinaban y las garras pateaban el suelo.
Algo explotó a unos diez metros, la bola de fuego iluminó todo a unos cincuenta metros. Las bestias eran enormes y alcanzaban a ser unas dos o tres docenas, agazapadas entre los autos viejos y las chatarras que rodeaban la autopista que discurría hacia el sur como una línea de la vida que descansaba deseando volver a sentir las ruedas sobre ella. Otra explosión hizo estallar en mil pedazos a otro de los bichos haciendo que los demás saliesen disparados en distintas direcciones, salvo en una, donde estaba él. Giró sobre su eje y aguzó la vista, primero escuchó unos pasos abrirse camino entre la negrura, segundos después dos figuras se materializaron a unos veinte pasos. Una de las figuras levantó un brazo abriendo los dedos de las manos en un saludo.
Los tres dedos flacos y largos.
Regresó el saludo mientras guardaba en cuchillo en la espalda.
Cuando ambos estuvieron a solo unos pasos, no dejó de sorprenderse ante la vista de estas criaturas que caminaban en sus patas traseras, erguidas, como humanos.
Se dijo que si él fuese un humano, habría sentido un escalofrío correrle por la espina, pero era solo un robot.
Le hicieron señas de que los acompañe y en silencio, eso hizo. Caminaron un largo trecho, esquivando autos podridos, arena y yuyos hasta llegar al pie de una gran colina entrando luego a lo que parecía ser una cueva. Lo condujeron por un túnel estrecho y lleno de antorchas que iban encendiendo a su paso y volvió el pensamiento del supuesto escalofrío de poder sentirlo al ver con la luz del fuego sus cuerpos. Luego de algunos minutos llegaron a una boca inmensa que descansaba al parecer en el centro de la colina misma, las paredes eran una piedra clara y la humedad se metía por todos lados dejando caer una pequeña llovizna que empapaba el suelo también de una piedra blancuzca.
Reunidos ahí había como un centenar más de esas criaturas, todas ellas con las cabezas gachas como si estuviesen orando ó trabajando en algo que requería de toda su atención.
El robot quedó al pie del túnel mientras los otros dos seres bajaban por una pequeña rampa al encuentro de los demás, nunca volvieron la vista para saber si él los seguía. Creyó que no era necesario, de todas maneras sabían donde estaba. Lo intuía.
Los miró detenidamente. Eran grises con la piel como recubierta de alguna sustancia gelatinosa, parecían ser frágiles, necesitando de esa membrana para que los recubra. El sol brillaba, pero todavía en esos quinientos años no se había recuperado del todo, las nubes seguían trayendo lluvias tóxicas reuniendo los residuos del virus que pululaba en el aire y la noche escondía cada vez mayores sorpresas. Pero lo que más le llamó la atención eran sus cabezas, grandes y alargadas, mucho más anchas arriba sostenidas por un cuello pequeño y fino, al igual que los brazos y las piernas.
Uno de ellos giró y se lo quedó mirando con sus enormes ojos negros, ambos se observaron bajo las danzantes luces de las antorchas lo que pareció una eternidad, luego el robot sacó de su pecho una de las baterías y la dejó en el suelo. No sabía bien porqué lo había hecho, pero lo hizo. Luego salió de la colina cuando el sol volvía a erguirse sobre las aguas del océano.
En los años siguientes descubrió otras criaturas como las que lo atacaron la noche que conoció a los humanoides, cada veinte años volvía a pasar frente a la colina y siempre había algo distinto. Esperaba que dejar la batería haya sido una buena decisión, de lo que no tenía dudas era del uso que le estaban dando.
Pasaron quizá otros quinientos años y cada vez que desfilaba por la autopista de la colina brasilera, una comitiva de cientos de criaturas lo esperaba siempre en el mismo lugar, uno de ellos levantaba como en una alabanza la batería que este les había regalado. Pero esa vez había algo distinto, obstruyendo la autopista desde el pie de la colina hasta el barranco que cruzaba hacia el otro lado yacían más de tres mil criaturas. Adelantados a la multitud, tres grises lo esperaban.
Se le acercaros los tres, lo observaban con sus grandes ojos negros en medio de la cabeza que con el paso del tiempo fue tomando una forma más ovalada, el cuerpo del robot se fue manchando de oxido aunque las ropas iban cambiando con fabricación propia. Le entregaron la batería que había obsequiado en el más profundo de los silencios, estaba cambiada, una luz azulada destellaba en medio. Sin dudarlo mucho se la colocó en el pecho sintiendo una energía inmensa recorrerle cada uno de los circuitos.
La tierra tembló.
Las manos grises se elevaron.
El canto de esas gargantas llenaron el viento con coro angelical.
La colina se abrió en un estruendo maravilloso.
Envuelta en polvo y piedras que caían rodando por la ladera apareció un objeto circular, como un plato rodeado de luces incandescentes.
Una voz sonó en su cabeza recitando un poema entre la música oriental que siempre escuchaba en su interior.

*Dice mi amigo bud que los ovnis no vienen
de Marte ni de la urss ni de cabo cañaveral
sencillamente llegan de un remotísimo futuro
con la peregrina intención de investigar
cómo fue que los terrestres empezamos a jodernos
es decir cuál fue el origen de la gran hecatombe
que para ellos por supuesto es historia
y en cambio para nosotros pecadores
una mera y sombría posibilidad

En el caso de que bud tenga razón
los osados ovnímodos serían
una suerte de arqueólogos ideológicos
algo así como choznos de levi strauss
perdidos en alguna galaxia de reposo

No estaría de más intentar persuadirlos
de que han confundido la ecuación y la ruta
y que en consecuencia aún nos pertenece
la empalagosa opción de no estallar
y así mientras ellos computan y computan
su electrónica / gaseosa / ultramundana
fe de erratas
nosotros persignémonos
o respiremos hondo
o bajemos al refugio más próximo


Sonrió mirando al plato volador, pensando que seguramente tendría la posibilidad de viajar al pasado y volver a ser solamente circuitos sin conciencia.
Levantó un brazo y en silencio saludo a Suori, su enano cardinal. Se dijo que debería estar sentado frente a Odín junto a los demás, se los imaginó separando las partes de Yemir para volver a empezar.


*(Obviamente, a Bud. Mario Benedetti)

26 comentarios:

  1. Gracias por permitirme venir a descubrir tu blog de la mano de tu comentario dejado en el mío, me quedo hojeándolo y disfrutando de él, con tu permiso.

    Un beso.

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    1. Tenés todo el permiso.
      Disponé de tiempo porque alguno de los post son larguitos ;)
      Un beso.

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  2. Hola Walter, creo que te gustaría un blog que no se si ya conoces.
    Se llama Antigua Vamurta, Igor es un crack en literatura fantástica, historia y mitología , tiene ya incluso obras editadas. Date una vuelta cuando tengas un ratillo.

    Por cierto, cojonudo relato.

    Un abrazo.

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  3. Muy inteligente poner el dato en semejante lugar :)

    Al final hasta los robots quieren también la serenidad del olvido.

    Tierno final, Walter.
    Tu relato tiene tristeza, ¿o soy yo?

    Besos, eres grande

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    1. Supongo que a todo aquel que tenga una "vida eterna" se le debe cruzar por la cabeza un par de veces ese pensamiento, la serenidad del olvido.
      Tal vez sos vos la que anda medio tristona, pero no se, el lector le imprime su parte a los relatos y esa es la magia.
      Besos... y no soy tan grande (estatura 1,83, peso 88 kg)
      ;)

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  4. Eyyyyy!!! Me dejé llevar de la mano y me encantó! Un secreto: Estoy en mi break de trabajo y por un glorioso momento, el relato logró que viajara a otro lugar y me involucrara totalemente. Esta es la magia que logran las buenas historias. De verdad, muchas gracias, Walter!
    Muy bueno, mi amigo! Abrazo grande! :)

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    1. Hola Bee... que placer el mio de haber sido parte de tu ida mental en ese break. Gracias por tus visitas niña.
      Abrazos y besos :)

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  5. Bello leerte...
    Te dejo un fuerte abrazo, buen fin de semana!

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  6. Madre mía... vaya lugar, vaya secreto... tu también me haces viajar.
    Saludos,

    Trini
    http://yoadoroviajar.blogspot.com

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    1. Muchas gracias Trini, es lo bueno de la literatura, que nos permite viajar con la mente y ser parte de las historias.
      Besos

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  7. ¡Qué difícil (por lo menos para mí) escribir ciencia ficción!
    Pero vos superás el desafío con creces, logrando meternos de lleno en la historia y querer a ese robot. Personaje entrañable, sin dudas.
    ¡Excelente, Walter!
    Saludos...

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    1. Gracias Juanito: hace varios años atrás sufrí una especie de bloqueo cuando estaba trabajando en una novela, tenía graves problemas a la hora de hacer los diálogos. Me pregunté como hacer para salirme de ese problema y la respuesta fue, "escribí una obra de teatro que es diálogo puro". Y lo hice, me ayudó bastante.
      Escribite algo de CF y traelo :)
      Abrazo grande

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    2. Vamos a intentarlo, mi hiciste picar el bichito de la curiosidad. Solo tengo un cuento de ciencia ficción escrito, el que está participando de un concurso.
      Cuando este finalice, prometo subirlo al blog de "Juanito".
      ¡Saludos!

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    3. Estaré esperando con ansiedad :)

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  8. Encantada de estar aquí .. me quedo .. me gusta lo que veo .. Gracias por invitarme ..
    Buen relato .. me ha encantado

    Un sonoro beso

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    1. Bueno Aris, sos bienvenida por acá como todos.
      Se recibe el beso en los tímpanos :)
      Gracias.

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  9. Un relato perfecto,Walter,me engancha..
    Besos.

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    1. Gracias Morgana por tomarte el tiempo y dejar tu huella.
      Besotes

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  10. Que bien escribes relatos de ficciòn, admiro tu destreza y fantasìa. Enhorabuena

    un saludo

    fus

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  11. Genial entrada! y buenísima la imagen es de Constantin la película? saludos.

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    1. Gracias Toshiro- Francisco, la verdad es que ví la película tres veces y no recuerdo esa imagen, pero ese hombre solitario de espaldas, tiene toda la pinta de ser Keanu, no?
      Abrazo grande a los dos.
      :)

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